martes, 16 de agosto de 2011

RETRATO - ANTONIO MACHADO

 
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.



Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,  

 Y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. 


Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 


Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. 


Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una. 


¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada. 


Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía. 


Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. 



Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.






domingo, 7 de agosto de 2011

Conversación con el ángel - Poema - Olga Orosco

Conversación con el ángel



Contigo en aquel tiempo yo andaba siempre absorta,

siempre a tientas, a punto de caerme, pero indemne y eterna,
tomada de tu mano.
Ya casi te veía, lo mismo que al destello de un farol en la niebla,
una señal de auxilio en la tormenta.
Sí, tú, mi sombra blanca, transparencia guardiana,
mi esfinge azul hecha con el insomnio y el íntimo temblor de cada instante,
igual que una respuesta que se adelanta siempre a la pregunta.
Sin duda en algún sitio aún estarán marcados tus dos pies delante de mis pasos
porque te interponías de pronto entre mi noche y el abismo.
Sospecho que convertías en refugios dorados mis peores pesadillas,
que apartabas las setas venenosas y las piedras sangrientas
y venciste acechanzas y castigos.
Tal vez hasta me contagiaras la sonrisa
y lloraras después un larguísimo tiempo con mis lágrimas, vestido con mi duelo.
Después, mucho después, en esos años en que creí perderte
en algún laberinto o en una encrucijada,
fue cuando me dejaste a solas, tan mortal, en el destierro.
Quizás te convocaron de lo alto para un duro relevo,
y acudiste como un vigía alerta sin mirar hacia atrás,
aunque a veces descubrí tu perfume de nube y de jazmín en una ráfaga
y hasta palpé la suavidad que deja la huida de una pluma debajo de la almohada.
Ahora, ya replegada toda lejanía con un golpe ritual,
como en un abanico que se cierra,
frente al fuego donde arde de una vez el lujoso inventario de todo lo imposible,
contemplamos los dos el muro que no cesa,
no aquel contra el que lloraríamos como estatuas de sal a la inocencia,
su mirada de huérfana perdida,
sino el otro, el incierto, el del principio y el final,
donde comienza tu oculto territorio impredecible,
donde tal vez se acabe tu pacto con el silencio y mi ceguera.


OLGA OROZCO
http://www.palabravirtual.com
De:
Eclipses y Fulgores